Vivimos para vivir la vida de otros
Me desperté a las 3:37 a.m.
en la oscuridad de mi habitación.
Miré al techo
y descubrí que lo veía desde otro ángulo,
y por un instante, me sentí extraña.
Me gustaba la nueva posición de la cama,
las pinturas en la pared,
los muebles nuevos,
la decoración renovada…
Pero a la vez, me enfurecí.
Me entristecí.
Yo no pedí estos cambios.
No opiné, no fui consultada.
Cada vez que hablaba, mi voz se perdía,
diluida en el eco de lo irrelevante.
Mi vida ha sido construida
para que otros la admiren desde afuera,
para disfrazar el mal sabor
que dejo cuando me conocen de verdad.
No tengo voz.
Hace tiempo entendí que no importa cuánto grite,
nadie sabrá amar mi oscuridad
como lo hago yo.
Me desperté a las 2:45 a.m.
en la oscuridad de mi habitación.
Miré al techo,
y supe que vivimos
para vivir la vida de otros.