Lo tenía todo calculado. Sabía su horario de trabajo, conocía sus costumbres. Sabía que salía muy tarde por la noche, cuando las calles se sumían en un silencio espectral. Aquella noche, a las once y treinta y tres, el mundo parecía haberse detenido. No había testigos, ni luces encendidas, ni pasos en la distancia. Era la noche perfecta.
Leer másDía Uno.
Cincuenta pequeñas pastillas verdes.
El último suspiro en un murmullo de despedida.
Y me di cuenta de que mi amor por ti es real,
porque tú eres real.
No te escribo para obtener una respuesta; al contrario, te lo ruego, no me respondas. Solo necesito dejar esto en el viento, como un último susurro antes del olvido. Te extraño con una ferocidad que me desgarra.
Leer másLas lágrimas resbalan por mi rostro.
empapan mi piel.
Se hunden en mi carne.
como aguijones invisibles.
El dulce sonido de tu voz,
cuando me hablas,
eriza mi piel de pies a cabeza.
La felicidad danzaba radiante cuando te tenía a mi lado;
el mundo se volvía un edén solo con tu presencia.
El aire era tibio y envolvente,
el cielo destilaba matices de ensueño,
la vida poseía un fulgor que ahora se ha extinguido.
Te encontré en mi juventud impetuosa,
bajo la luna cómplice de un delirio fugaz.
Te encontré… y desde aquella noche,
nunca más supe ser sin ti.
Tú no veías cómo se marchitaba,
o quizás sí,
pero, como yo, decidiste ignorarlo.
Me encuentro en esta ciudad bulliciosa,
un océano de luces titilantes,
donde la vida danza en los ojos de extraños,
donde la pasión arde en el paso apresurado de la multitud.