A quien corresponda

A quien corresponda,

No encuentro mejor manera de comenzar esta carta que revelando aquello que durante tanto tiempo he guardado en las sombras de mi corazón.

Te quiero.

Y de algún modo, sé que lo sabes. Lo has sabido siempre. Lo has sentido cada vez que mis brazos se ciñen a tu cuerpo, cada vez que mis ojos se posan en los tuyos con ese fulgor imposible de ocultar. Yo también lo he sentido.

Cada una de tus sonrisas es una sinfonía de luz, una chispa que incendia las fibras más profundas de mi ser. Cuando ríes—esa risa pura, cristalina, tan tuya—mi pecho se ensancha hasta parecer que va a estallar. No hay manera exacta de describirlo, pero tu presencia transforma lo ordinario en prodigioso. El roce de tu piel en la mía, el leve contacto de nuestras manos, es como una brasa encendida en la noche más oscura: no ilumina todo el camino, pero es suficiente para disipar cualquier miedo.

Elegiste compartir tu tiempo conmigo. Y no tienes idea del vértigo que eso provoca en mi alma. Aquel instante quedó grabado en mi memoria como un sello imborrable, y en un parpadeo, mi mente se desbordó con visiones de un futuro donde cada amanecer y cada ocaso te tienen a mi lado.

Nunca he conocido la felicidad de la manera en que la conozco contigo. Recuerdo cada conversación bajo el fulgor de la ciudad, aquella noche en que compartimos una botella y confesamos nuestros miedos como si el universo nos estuviera escuchando. Recuerdo cómo el mundo parecía latir a nuestro ritmo, cómo, entre risas y murmullos, construimos un instante eterno.

Si tan solo pudieras ver mis sueños… Allí tu rostro es pintado con la delicadeza de un artista celestial, y tus ojos brillan como astros en la penumbra, como si Van Gogh mismo hubiera trazado tu silueta en un lienzo de eternidad. Cuando danzas, la misma Afrodita se cubre de celos, pues incluso los dioses palidecen ante tu gracia.

Quizá estas palabras te asusten. Quizá salgas corriendo al leerlas. Tal vez soy una insensata por haberme enamorado tan profunda e irremediablemente en tan poco tiempo. Pero, ¿acaso no hay quienes creen en el amor a primera vista? Y si alguna vez he visto una obra maestra, fue el día en que mis ojos se encontraron con los tuyos. En ese instante, mi corazón dejó de pertenecerme. Desde entonces, vives en cada pensamiento, en cada latido, en cada respiro. Y lo más asombroso de todo es que, aunque tenías el poder absoluto sobre mí, jamás abusaste de él. En cambio, me trataste con ternura, con respeto, con la dulzura que solo un alma noble puede brindar.

Quizá sea una tonta por confesar esto, pero preferiría ser una insensata antes que vivir en la incertidumbre eterna. Sé con certeza que jamás supe lo que era amar hasta que vi la forma en que sacrificabas parte de ti por mí. Nunca conocí la paz hasta que tus labios rozaron mi piel con la suavidad de un susurro. Y en mis pensamientos, tú siempre brillas. No encuentro sombra en ti, ni la encontraré jamás.

Cada vez que me miras, mi corazón tamborilea como si anunciara el fin del mundo. Mi estómago se llena de mariposas inquietas, revoloteando en un caos multicolor, recordándome el poder que tienes sobre mí. A tu lado, los miedos se disipan. La oscuridad pierde su amenaza, la soledad se vuelve impensable y mi propia mente deja de ser un laberinto, porque en ti he encontrado cordura.

Te quiero.

Te quiero con un amor que desafía el lenguaje, que rompe las barreras de lo explicable. Quisiera gritarlo hasta que los cielos mismos se rindan ante la verdad de mis sentimientos. Quisiera esculpirlo en mármol, escribirlo en versos inmortales, pintarlo en los muros de todas las ciudades para que el mundo lo sepa. Quisiera que este amor te envuelva como un manto cálido, que inunde cada rincón de tu alma y te haga tan feliz como tú me haces a mí.

La persona que se sienta frente a ti cada día es la misma que sueña con perderse en tu abrazo, que ansía desde el roce más tenue hasta el éxtasis de un abrazo apasionado. Sueño con las conversaciones a media luz, con las risas en la madrugada, con los secretos susurrados al filo del sueño. Y en mis sueños, tu aroma sigue siendo el mismo, tu piel sigue siendo la caricia más suave, y tu voz, la melodía más dulce que jamás he escuchado.

Te quiero.

No sé si estas palabras alguna vez llegarán a tus manos, si ahora mismo estás sosteniendo esta carta en un silencio perplejo o si se perderá en la inmensidad del mundo, destinada a no ser leída. Pero incluso si mi voz no llega a ti, espero que el universo encuentre la forma de hacerte sentir todo lo que he derramado en estas líneas. Espero que tu corazón se acelere, que una sonrisa ilumine tu rostro y que sepas, sin un ápice de duda, que hay alguien en este mundo que te ama con cada partícula de su ser.

Siempre.

Con todo mi corazón,

Yo.