No estoy muerta
Aún fluye la vida, incandescente,
serpenteando por mis venas fatigadas.
Aún respiro, aunque sea un susurro,
un eco tenue que se aferra al alba.
No estoy muerta,
solo me disfrazo de sombras,
para que el dolor no me alcance,
para que la daga del mundo no perfore mi carne.
Los depredadores acechan,
colmillos afilados en palabras de seda,
miradas que hieren como puñales,
manos que estrangulan la esperanza.
El mundo es un lienzo deslucido,
un abismo de tonos ceniza,
tan árido y despiadado
como este poema que se desangra.
Cada amanecer es una batalla,
cada noche, un susurro de despedida.
Y sin embargo, no estoy muerta aún.
No estoy muerta,
porque en el ocaso de mi alma
aún titila un destello rebelde,
un hálito de lucha,
aunque ya me haya rendido.