A Destiempo
“A Destiempo”
Elías y Valeria se conocieron cuando apenas eran unos niños. Crecieron juntos, compartieron risas, secretos y sueños. Para ellos, el mundo siempre parecía girar en sincronía, como si estuvieran destinados a caminar por la vida de la mano. Cuando llegaron a la adolescencia, su amistad floreció en algo más profundo, más intenso. Se enamoraron con la pureza de quienes creen que el primer amor es también el último.
Durante años fueron inseparables, creyendo que nada podría romper lo que tenían. Pero el tiempo es cruel, y a veces, el amor no basta. A los veinte años, Elías terminó con Valeria. No lo hizo por falta de amor, sino por miedo, por dudas, por una sensación de vacío que no podía explicar.
Para Valeria, el dolor de la ruptura fue soportable, pero lo que vino después la destrozó. Las chicas de su universidad, aquellas que siempre la habían envidiado en silencio, aprovecharon la oportunidad para humillarla. Se burlaban de ella, la señalaban como “la abandonada”, se aseguraban de que sintiera cada día el peso de haber sido dejada atrás. Pero Valeria no era alguien que se quebrara con facilidad.
Así que tomó una decisión. Empacó sus cosas y se fue al extranjero, aceptando una beca para estudiar música en una de las academias más prestigiosas de Europa. No lo hizo por huir, sino por encontrarse a sí misma. Prometió no guardar rencor, no alimentar el odio. Solo quería crecer, sanar y ser libre.
Los años pasaron, y mientras Valeria construía una carrera brillante, Elías quedó atrapado en la sombra de lo que había perdido. La buscó muchas veces, escribió cartas que nunca envió, preguntó por ella a los pocos amigos en común que aún la veían de vez en cuando. Pero Valeria estaba lejos, tanto en distancia como en alma.
Un día, mientras veía un video viral de un concierto en París, Elías la vio en el escenario. Era ella. Radiante, poderosa, convertida en la mujer que siempre había soñado ser. Y en ese momento supo que aún la amaba. Que quizá siempre la había amado.
Después de meses de intentos fallidos, consiguió verla en persona. Valeria estaba en su ciudad natal, visitando a su familia, y él no dejó pasar la oportunidad. Cuando la encontró en un café, sintió cómo el tiempo se desmoronaba a su alrededor.
—Valeria… —susurró, con el corazón latiéndole en la garganta.
Ella lo miró, con una calma imperturbable. Ya no era la misma chica que él había dejado.
—Hola, Elías.
Hablaron por horas. Se pusieron al día, rieron un poco, pero él notó la distancia en sus ojos. No era frialdad ni resentimiento. Era simplemente que ella había seguido adelante.
—Aún te amo —confesó él finalmente, con la voz rota.
Valeria bajó la mirada, suspiró y sonrió con tristeza.
—No dudo que lo hagas, pero yo ya no soy la chica que amaste. Y tú no eres el chico del que me enamoré.
Su respuesta le dolió más de lo que había imaginado, pero no se rindió.
—Déjame demostrarte que aún podemos ser algo. Que lo nuestro no ha terminado.
Valeria lo observó, midiendo sus palabras. No quería lastimarlo, pero tampoco quería engañarse. Sin embargo, en el fondo de su corazón, una pequeña chispa titilaba con la misma intensidad de antes.
—Si realmente quieres intentarlo, tendrás que ganarte mi confianza de nuevo, Elías. No porque te guarde rencor, sino porque esta vez, si te dejo entrar, no aceptaré menos que lo que merezco.
Él asintió. Haría lo que fuera necesario. Porque a veces, el amor no llega en el momento perfecto, sino cuando ambos están listos para merecerlo.