A Quien Corresponda #3
A quien corresponda:
Nuestros caminos se cruzaron de una manera tan esporádica. Puede ser culpa de la ciudad tan pequeña en la que vivimos, pero en algunas ocasiones dudo que haya sido así. Hay tantas simultaneidades en nuestras vidas, variedad de amistades y familiares políticos en común, que hay veces que imagino que mi destino eres tú. Recuerdo tan bien la primera vez que te vi, no sentí el más mínimo interés en conocerte, pero una intriga te dejó marcado en mis pensares. Días después un conocido mutuo te mencionó, y ahí empecé a fijarme más en ti; llamé tu atención de la manera más súbita y creo que nunca la olvidarás, tengo claro que yo nunca lo haré. Transcurrió el tiempo y una amistad maravillosa se forjó, tanto así, que verte era una de mis partes favoritas de mi día—nos fuimos dando cuenta de las cosas que teníamos en común y de aquellas que, definitivamente, nos hacían contradecir. Fue una eventualidad conocerte—poco a poco fueron saliendo más personas en común en nuestras vidas, pero por alguna fuerza mayor, tal vez el mundo, no quería que nos conociéramos hasta que lo hicimos.
Mientras escribo esta carta, no paro de sonreir, tan sólo recordando todas esas aventuras que hemos tenido el placer de vivir juntos—como también las desventuras. Vivimos muchos acontecimientos para ser tan jóvenes, y tal vez nos provocó cometer muchos errores. Estuvimos con tantas personas al mismo tiempo y como gran compañía, el alcohol siempre estaba presente—¿Cómo no cometer errores? Sobre todo si eres un adolescente. El año que te conocí pasó tan rápido y en un abrir y cerrar de ojos era un nuevo año; y nuevamente eras un de las razones que iluminaban mi día—tenías una manera, aún la tienes, de sacarme una sonrisa inclusive cuando absolutamente no quiero hacerlo y es lo que más valoro de ti---no te cansas de mí. Lentamente el lapso del tiempo fue confundiéndome, y por un juego estúpido, por una niñería, comencé a verte con otros ojos, comencé a sentir como mi cuerpo anhelaba estar cerca al tuyo, como mis pensamientos recorrían a ti, incluso cuando quería evitarlos; siempre pensé que nunca me verías o sentirías lo mismo. Así fue, aparentemente.
Durante una fiesta te vi besar a mi mejor amiga y por mucho que no éramos nada, sentí como se me secó la garganta y como el pecho se me desvanecía—te he visto besarla o besar otras personas muchas veces, pero esa fue la primera vez que sentí algo que nunca me gustaría tener que volver a sentir. Pasó el tiempo—todos seguimos con nuestras vidas y unas semanas después se dio una de nuestras típicas reuniones. Vagamente recuerdo haberte querido besar, y al parecer lo hicimos, pero breve. No sabía si era un enamoramiento ingenuo o sólo un gran afecto que tenía hacia ti.
Recuerdo de aquel día que “dormiste” en mi casa esperando que fueran a recoger de ti; pero en realidad nos quedamos hablando toda la mañana, sobre todo y nada, ahí fue cuando lo sentí---me gustabas, de verdad, y tú me dijiste que gustabas de alguien más.
Los años pasaron, no perdimos el contacto, pero no era lo mismo de antes, estábamos construyendo nuestras vidas, preparándonos para el futuro. Cuando solíamos vernos, siempre era como los viejos tiempos, nada había cambiado con nuestra dinámica y lo pequeño que sentí por ti ya se había desaparecido, pero nunca nuestra amistad.
El tiempo siguió transcurriendo, me mudé de país, pero estabas ahí esperando mi regreso. No importaba la poca comunicación que teníamos, cada vez que daba la oportunidad de vernos era como si el tiempo no hubiera pasado.
Una vez de vuelta en casa, todavía había obstáculos que no nos permitían continuar con una amistad más frecuente. Una de las últimas veces que te vi—estaba volando a otro universo, y al final de la noche se cumplió mi sueño, nos besamos. Si pudiera regresar el tiempo y beber menos para poder recordar, totalmente, como fue; lo haría sin pestañear. A pesar de todo, siempre quise sentir lo que era besarte, sin juegos, sin nada, solo besarte. Pequeñas lagunas mentales que tengo de aquella noche tan apasionante, porque recuerdo haberte besado con pasión, porque en mi inconsciente, siempre fue uno de mis deseos más grandes—me llena de pena y alegría; alegría porque de alguna manera fue uno de los besos más hermosos de mis travesías y pena porque nunca sé si volverá a pasar, para esta vez estar al 100% en el momento y disfrutar de él.
Unos dos años han pasado desde ese “apasionado” momento, y de vez en cuando, hablamos de esas épocas, hablamos de las desventuras de la adolescencia, de las odiseas nocturnas y de cómo desperdiciamos buenos momentos teniendo buenos momentos.
En los últimos meses hemos estado más en contacto, mucho más de lo normal---has visto lados míos que nadie podría tolerar; te he encontrado presente en mis más recientes actos de estupidez y te ríes de lo tonta que suelo ser, pero siempre haciéndome sentir bien de mí misma—”las malas experiencias te enseñan a hacer las cosas correctamente”. Un día particular, en una de nuestras conversaciones me confesaste que en una de nuestras reuniones habituales, la cual mencioné, donde brevemente nos besamos—dijiste que ese día morías por besarme y que por alguna razón no lo hiciste, no continuaste. Te escuché decir “me moría” y sentí un remezón en mi estómago, muchos sentimientos regresaron a mí—y mientras más hablábamos, esos sentimientos me confundieron aún más; te escucho hablar de otras personas que te gustan o con las que has estado y no me siento incómoda, pero sé que otra vez hay algo en mí que quiere algo de ti. Eres mi mejor amigo, y bromeo que nos casaremos, que seremos enamorados, que eres el sol de mis mañanas, y ya no encuentro la línea que separaba coquetear contigo por joder o coquetear contigo de verdad, para lo cual soy pésima---pero aún así, cada vez que llamo contestas.
No es una carta de declaración. Es una carta de no debemos forzarlo, o mejor dicho, no debo forzarlo, pero me encantaría intentarlo. Me alegras las mañanas, como me alegras la vida… y tal vez esos sentimientos no son en vano, tal vez es el destino esporádico que nos hizo conocer.
Att: Yo.