Ciclo
Día Uno.
Cincuenta pequeñas pastillas verdes.
El último suspiro en un murmullo de despedida.
Un sueño prometido, un descanso eterno.
Pero el estruendo del despertador
lo arranca de la nada.
Primer fracaso.
Día Sesenta.
Ochenta pequeñas pastillas verdes.
El mismo adiós, ahora más pesado,
más hondo, más definitivo.
El sol perfora la ventana,
destellos de vida donde solo hay sombras.
Segundo fracaso.
Día Cuatrocientos sesenta.
Cincuenta en la mañana,
cincuenta en la tarde,
cuarenta en la noche.
El cuerpo es un recipiente vacío,
una urna de carne y desaliento.
El adiós se desliza sin prisa,
como quien apaga una vela.
El estruendo del despertador.
Tercer fracaso.
Día mil doscientos.
Treinta en la mañana.
Cincuenta en la tarde.
Sesenta en la noche.
El tiempo es un péndulo sin sentido,
una cuerda deshilachada en su última oscilación.
Un maullido lo reclama,
una pequeña vida aferrada a la suya.
Cuarto fracaso.
Día dos mil cuarenta.
Cuarenta en la mañana.
Sesenta en la tarde.
Ciento veinte en la noche.
Un adiós, esta vez sin súplica,
sin lágrimas, sin ruegos.
Solo una sonrisa irónica
como un guiño a la muerte.
Pero el sol regresa,
terco, inquebrantable.
Los ojos se abren.
La misma sonrisa,
pero con un peso distinto.
¿Quinto fracaso?
Día dos mil cuarenta y uno.
Cero pequeñas pastillas verdes.
“Buenos días, mamá.”
Un eco de vida en una voz ajena.
Cinco fracasos pesan en la piel,
cicatrices invisibles
en un cuerpo que aún respira.
No lo logró.
Su mayor ilusión se hizo ceniza.
Ahora, no queda más que el lento castigo:
Vivir.
Crónicas en Blanco y Negro (Diana Pólit Henríquez)