Blanca como la nieve

Te encontré en mi juventud impetuosa,
bajo la luna cómplice de un delirio fugaz.
Te encontré… y desde aquella noche,
nunca más supe ser sin ti.

Oh, ¿quién habría de imaginar
que de tu abrazo dependería?
Oh, ¿quién habría de prever
que serías mi más dulce obsesión
y mi más cruel tormento?

Eres dulzura envuelta en veneno,
te deslizas como un susurro por mi piel,
dejando tu rastro imperecedero.
Te abres camino en mi sangre,
enciendes mi aliento,
le das vida a mi vida…
y, al mismo tiempo, me despojas de ella.

Tú, blanca como la más pura nieve,
suave como la caricia de un amante
que me arrulla y me traiciona.
Tú, que trastornas mi mundo,
lo volteas, lo quiebras,
me sostienes en un abismo de éxtasis
y me abandonas al vacío de tu ausencia.

Tú, que me prometiste el cielo,
un paraíso de risas y olvido.
Tú, que supiste de mis heridas
y aun así clavaste más profundo la daga.

Pero nada, nunca, dolerá más
que aprender a olvidarte.

Tú, mi adicción,
mi condena, mi refugio,
serás siempre la sombra que me llama,
la felicidad efímera que envenena mi alma.