A quien corresponda #2
A quien corresponda:
No te escribo para obtener una respuesta; al contrario, te lo ruego, no me respondas. Solo necesito dejar esto en el viento, como un último susurro antes del olvido. Te extraño con una ferocidad que me desgarra. Te extraño con cada latido, en cada sombra de la noche, en cada instante donde el silencio grita tu ausencia. Te necesito. Fuiste la única persona con la que alguna vez me sentí comprendida, la única en cuyos brazos hallé refugio sin máscaras ni disfraces. Contigo, mis defectos no eran una condena, sino parte de un todo que supiste abrazar.
Pero luego me viste. No la versión que podía mantener a flote en la superficie, sino a la otra, la que el mundo no debía conocer. Me viste rota, me viste oscura. Y como todos, huiste.
Te mentí, te herí, te traicioné. Y aunque mis labios sangren de tanto pedir perdón, sé que jamás bastará. Porque ni siquiera yo podré perdonarme. Nunca. Eres un ser luminoso, un torbellino de alegría, de vida, de tropiezos graciosos y de una curiosidad infinita. Sé que llegarás lejos—y me duele hasta los huesos saber que no estaré ahí para verte brillar. No seré testigo de tus triunfos, de las carcajadas que compartirás con otros, de los sueños que cumplirás sin mí. Pero así debía de ser. La culpa es mía. Siempre lo fue.
Es justo que sigas tu camino sin mí. No merecías cargar el peso de alguien tan quebrada. No era justo entonces, y no lo es ahora. No hay palabras que puedan remendar lo que hice, pero, Dios, cómo duele. Te extraño con rabia, con desesperación. Extraño nuestras locuras, nuestras conversaciones absurdas—cuando el humo y el alcohol nos hacían filósofas de medianoche. Extraño los planes a futuro, las promesas de envejecer juntas. Amigas hasta la muerte. Qué ironía tan cruel.
Deseo con toda mi alma que seas feliz. Ya ha pasado suficiente tiempo, el suficiente para entender que no hay vuelta atrás. Hay pasados que pesan demasiado como para arrastrarlos al presente. Y yo no puedo—no debo—volver a llevarte conmigo a este torbellino en el que me he convertido. Nunca dejaré de ser aquella que quisiste salvar. Te fallaría intentarlo.
Perdóname. Perdóname aunque no lo merezca. Soy un naufragio con piernas, un desastre ambulante. Y escribo esto para despedirme, para soltarte por fin, para no seguir atormentándome con la esperanza de que algún día regreses.
Te suplico, no respondas. Solo quería decir adiós. Un adiós definitivo.
Tal vez, en otra vida, logremos hacer las cosas bien. Tal vez ahí no te pierda. Pero en esta, debo dejarte ir.
Te quiero con todo lo que soy, con lo que fui, con lo que nunca seré. Y no hay un solo día en que no piensen en ti. Me aferro a la versión tuya que tuve el privilegio de conocer y la pena de perder. Siempre serás un recuerdo hermoso, un eco que jamás se apagará en mi memoria.
Nunca te olvidaré, ni siquiera el día en que decida dejar este mundo.
Adiós, mi amiga. Adiós, mi alma gemela.
P.S. En otra vida tomaremos ese café prometido.
Att: Alguien que creías conocer.